miércoles, 10 de julio de 2013

Quizá era de esa clase de personas con los sueños rotos y la mirada perdida.
Quizá estaba esperando que alguien la llevara a casa.
Quizá nadie pudo llevarla y se perdió por el camino.
Quizá el camino la cambió.
Quizá él fue su camino.


carta de un suicida asustado

La vida da segundas oportunidades a quienes quieren aceptarlas. ¿Y yo? Yo siempre fui un cobarde, tú lo sabes bien. Y por el miedo al dolor no amé hasta el extremo, y por el miedo a fracasar no arriesgué la cómoda estabilidad. Y mi felicidad, que era tan nula como mis ganas de seguir aquí ahora, tambaleaba como un pájaro herido. En esta habitación infesta de decepciones que me roban el aire, comprendo que me faltan muchos y me sobran otros tantos. Y cuando me pongo a hablar cara a cara con una vieja amiga vestida de temor, me mira con ojos llorosos y vuelve a despedirse de mí porque sabe que no voy a ser capaz de separarme de lo poco que me queda en este mundo devastado por la tristeza. De mí. 

Dulce locura.

Dulce locura.