miércoles, 4 de noviembre de 2015


Todo sucede por una razón.
Quizá sea el llamado efecto mariposa, y el acto de una persona completamente ajena a nosotros en cualquier momento pasado y lugar, fue la causante de aquella situación.
Supongo que tomé la decisión de subirme a aquel autobús, como tomaste tú la de subirte a aquel tren. Como yo me bajé de aquel coche, y tú fuiste a mi encuentro.
Como cuando nos ponemos de acuerdo sin saber porqué o cómo, y de repente, nos damos de bruces con la vida en sí misma, vibrando en nuestras manos entrelazadas. 
Si nos ponemos místicos, dicen que el Universo tiene todas las respuestas. Yo encontraba las mías mirándote a los ojos. Será por eso entonces, por lo que llegó el otoño, y el frío nos caló el corazón.
Tus manos ya no calentaban como antes, y tu cuello ya no parecía un refugio seguro. Las canciones que cantábamos despacito y al oído parecían ser ya eco en los rincones de nuestro recuerdo (que empezaba a convertirse en nuestro olvido). 
Formulándome la típica pregunta, que siempre me hacías en el momento menos esperado, pienso que mi vida a veces da tantas vueltas que me marea. Que todo es una contínua contradicción tras otra, que si lo piensas, nada tiene sentido. Y es que, "si le quieres, ve, pero si no viene, es que no te quiere", y "quien te quiere, no te hará sufrir, pero el amor conlleva decepciones". Supongo que así es todo, y el sentido -si es que lo tiene- se lo damos nosotrxs.
    <Ojalá la mañana te recuerde que tenemos noches pendientes.>


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dulce locura.

Dulce locura.