para morir de asesinato asistido en nuestros lúgubres palacios interiores
por lo que no encontramos una mano amiga
que nos salve en parte
-en partes-.
Puede que todo venga porque todos tenemos en realidad un trauma,
que sucumbe alguna vez.
Aprendemos a vivir con él,
pues está presente.
Y nos va devorando lentamente
esperando a que nosotros,
felices infelices
libres esclavos
de nuestro propio ser
nos desvanezcamos.
Y es por eso por lo que el niño que es pegado,
el niño que pega,
el niño sin padres,
el niño que quiere no ser,
no tiene trauma alguno.
Ni tú.
Ni yo.
Y todo va bien.
O no.