Llorar abrazada a tu olor se convirtió en rutina, y ya nada era más abrumador ni más bonito.
Y sentir que tus caricias se resbalaban por mis manos como las gotas de ese perfume que guardé en algún sitio, dentro de mí.
Si querer también es relativo, puede que la cordura se fue cuando cayeron las primeras lágrimas, las primeras hojas rotas.
Algún día puede que recuerdes que existí algún tiempo dentro de ti, que era tan punzante como mirar el Sol de frente. Puede que vuelvas. Puede que te quedes. Que desaparezcas. No importa. Después de ese dolor, soportaría otros golpes, otras cicatrices, otras mentiras y algún que otro roto.