La parte más triste de todas las noches es cuando el cielo deja de estar estrellado a secas, para estrellarse sobre mí en un intento de venganza por dejar que te marches.
Supongo que nuestros cuerpos encajan demasiado bien para separarse. Y cuando te vas, mi piel deja ese color blanco nuclear y se vuelve un tanto gris. Como las nubes, cuando las gotas de lluvia ya no quieren estar con ellas, y prefieren suicidarse, precipitándose desde lo más alto.
Entonces, mi cuerpo se divide y mi piel me mira desde la otra parte de la cama, bastante esquiva, recordándome que te necesita. Ilusa, como si no lo supiera.
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