jueves, 29 de marzo de 2012

Libertad.

Corrí hasta quedarme sin aliento.
Ni siquiera sabía a dónde me dirigía, qué iba a hacer después de todo eso. Sólo corría.
Sentía como cada célula de mi cuerpo temblaba por cada zancada que daba, haciendo que me tambalease.
Nada me importaba. Nada iba a detenerme. Tenía que escapar de esa atmósfera que me rodeaba y me asfixiaba, que me recordaba lo mucho que sobraba en esa sociedad, en ese mundo en general.
A penas prestaba atención a la cantidad de arañazos que las ramas de árboles me habían hecho, ni a los moratones que tenía a causa de haberme caído al suelo repetidas veces debido a una torpeza extrema mezclada con un bosque en la penumbra lleno de hojas mojadas por la lluvia y piedras que se interponían en tu camino sin avisarte. 
La lluvia cada vez era más intensa. Notaba como las gotas resbalaban por mi cara abriéndome las fosas nasales, y por un momento me sentí fuerte. 
Me sentí libre.
Allí estaba yo, corriendo como una loca por un bosque en mitad de la noche, sin rumbo, sin importarme nada del mundo exterior, aún a sabiendas de que media ciudad estaría buscándome, respirando todo el aire del mundo, llenándome de él. Y por una vez, ese aire era puro. Y era puro por una simple razón, un simple hecho que lo cambiaba todo, era puro porque por una vez, una sola vez, estaba haciendo lo que quería sin importarme nada, desconectando con todo lo demás, descubriendo que dentro de mi, aún quedaba algo de ese espíritu joven que anhelaba libertad, que luchaba por ella, pero que con el paso del tiempo se había ido callando, hasta convertirse en algo insignificante. Había vuelto a nacer.
La libertad es algo muy relativo, libertad no es que te liberen de una celda, no es que te quiten las cuerdas que te ataban, libertad es sentirte en paz contigo.
Libertad es...Libertad. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dulce locura.

Dulce locura.