Girarme cuando miro al frente y sentir que tu sonrisa se clava en mi nuca también puede considerarse una maravilla.
O sentir que me dices que me echas de menos con la mirada una forma de leerme por dentro.
Odio que el espejo se ría de mí y se aproveche de que ya no miro para apuñalarme y dejarme medio rota, moribunda en el suelo. Ni si quiera me remata y me recuerda a ti, ¿sabes?
Y ahí me quedo. Desangrándome con cristales y tu puñetero recuerdo hincado en el hígado, mirando como ese culo se aleja.
Y entonces te giras y simplemente me miras por un microsegundo como diciendo "espero que disfrutes de mi partida".
Entonces, un sentimiento rebota dentro de mí. Eso que provoca tu mirada. Tú.
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