jueves, 29 de diciembre de 2011

BIEN.








Pues ahí iba yo.
Decidida a enfrentarme a mi destino.
Solo tenía que cruzar la puerta y decirle, bueno, chillarle lo mucho que le amaba. Para que se diese cuenta de una jodida vez, que yo existo. Que estoy ahí y estaré para él y solo para él. 
Bueno, era fácil. 
Entrar, chillar y salir.
¡Vamos! Había hecho cosas peores y más difíciles, esto era pan comido.
Me dirigí hacia la habitación con paso firme, respirando profundamente, decidida de lo que quería y le quería a él, y era mi única forma de, al menos, intentarlo.
Llegué, por fin estaba allí, toqué el pomo y...
...Y me eché para atrás una vez más.
No lo consideraría otra derrota de no ser, porque era la quinta vez que lo intentaba y ya estaba cansada de ser tan cobarde.
Pero es que, con los demás todo fue tan fácil, sin vergüenza alguna, pero es que él es él y él es tan diferente...
Ok, pues otra vez a intentarlo, supongo que si me caía me tenía que levantar ya que si me quedaba ahí temblando, esperando a que alguien me ayudase, me podrían pisar y eso, eso no lo permitiría.
Decidida, abrí la puerta de un tirón, con aire incluso enfadado, le soltaría todo despacio pausadamente para que lo entendiese todo y me esperaría a que me respondiese.
+¡Tú! 
Pero me sonrió y mandó todos mis planes a la mierda. Supongo que mi sentido nervioso se alteró... Y perdí totalmente la cordura. Intenté decir algo coherente pero no me salió, ya sabía que le iba a decir algo así que solté:
+Te has dejado la libreta de matemáticas en geografía, creo. 
-Ah, vale, gracias.
Y una vez más... Me pasé como unas ocho horas repitiéndome lo gilipollas que era.



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Dulce locura.

Dulce locura.