martes, 20 de diciembre de 2011

Lluvia ácida. Prólogo.

Llovía otra vez.


Oía como el agua chocaba contra los cristales de las ventanas de mi habitación y descendía silenciosamente, desde mi cama.
¿Qué hora era? ¿Las tres de la madrugada? Tampoco me importaba. Era la hora de reflexionar, de repasar todos los acontecimientos de mi vida y atarlos y encajarlos uno con el otro para poder formar una vida "normal".
Supongo que desde que murieron mis padres en aquel accidente, mi vida se había quedado con bastantes cabos sueltos, imposibles de amarrar si nadie me ayudaba a hacerlo.
Y la verdad era que nadie lo haría.
Me las tendría que ingeniar otra vez sola, como siempre.
Estar sola no era lo que me preocupaba, ya estaba acostumbrada, lo que realmente temía era estar sola ante el peligro inminente que me acechaba y me recordaba los pocos días que me quedaban, pero no solo era eso, no tenía ni la más remota idea de qué peligro era ni de cuándo llegaría.

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Dulce locura.

Dulce locura.