jueves, 21 de junio de 2012

Feliz ilusa.

Entonces esa noche levanté la vista y pude observar con los ojos aún encharcados de lágrimas y ese nudo en la garganta estrangulándome una única estrella que brillaba radiante en aquel cielo oscuro que podía ver tras la ventana de mi habitación. Y después de llorar dos horas seguidas, sonreí. Sonreí porque me recordó a nosotros, ¿sabes? No me preguntes el porqué, pero me empeñaba a pensar que esa única y preciosa estrella que estaba sobre mi en ese preciso instante guardaba en secreto todos y cada uno de los momentos que dejaron huella en mi y, sonriendo, pensé también que esos recuerdos se repetirían cada vez que mirásemos aquella estrella, que los reservaría sólo para nosotros, apareciendo ahí, tras mi ventana, en el cielo negro de todas las noches, como alumbrando nuestro camino. Y es que yo soy así, y por eso tenía la seguridad de que tú estarías mirando la misma estrella que yo, viendo pasar aquellos recuerdos ante tus ojos, y sonriendo. Y por fin, las lágrimas cesaron y me quedé ahí toda la noche mirando nuestra estrella, viviendo mi feliz mentira. Pero feliz, al fin y al cabo.

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Dulce locura.

Dulce locura.