lunes, 25 de junio de 2012

off

Salí corriendo atravesando todo el bosque, noté como mi respiración se aceleraba y mi corazón latía frenéticamente como intentando huir de mi pecho, sabía perfectamente que se avecinaba lo inminente, que por mucho que corriese, siempre terminaría alcanzándome, pero hay veces que aunque sepas lo que va a pasar, aunque no tengas nada que hacer para que no suceda, sigues luchando.
Y entonces es cuando una corriente eléctrica recorre mi cuerpo y hace que mis piernas se muevan frenéticamente, como intentando salirse de mi cuerpo y salir corriendo ellas solas. En ese momento me da igual saber dónde estoy o hacia dónde voy. Cualquier sitio era más seguro que aquel.
Pero entonces paré en seco. Giré la cabeza hacia la izquierda y hacia la derecha, lentamente, como si tuviese miedo de hacer un solo ruido que delatase mi presencia. Anochecía.
Anochecía en la parte más frondosa y la más alejada de aquel bosque cuando me di cuenta de la situación. Dos horas corriendo hasta que dejar mis músculos entumecidos, y una sensación agotadora en el cuerpo, me di cuenta de lo que ocurría. Volvía a estar en el mismo lugar. Los mismos árboles, las mismas piedras, el mismo suelo, era todo igual. Y es que realmente, no había avanzado.
Todo empezó a darme vueltas. Me sentía derrotada, ya nada tenía sentido. Sentí el peso de la atmósfera sobre mis hombros y dejé que me sucumbiese la oscuridad, tumbándome en el suelo húmedo.
Dejé que la paz de aquel  lugar me invadiese hasta que lo oí. Esa respiración costosa en mi oído y el olor ácido a limones.
Abrí los ojos y la boca enormemente para poder chillar hasta quedarme afónica aunque ya era demasiado tarde.
El chillido que estaba dispuesta a soltar apenas sonó como un murmullo apagado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dulce locura.

Dulce locura.