domingo, 17 de junio de 2012

-¿Me quieres?
Y lo soltó así. Como en un respiro. Mirando hacia ninguna parte y con indiferencia. Apenas sabía qué contestarle. ¿La quería?
-Yo... no lo sé.
Estúpido. Ese es mi apellido. El Señor Estúpido, dispuesto a cagarla siempre que pueda. Pensé que se levantaría y saldría corriendo, que desaparecería en mitad de aquel bosque y no la volvería a ver. Eso es lo que haría cualquiera. Pero ella no era cualquiera. Y en lugar de eso, me regaló una de sus sonrisas.
-Una vez me dijeron que la vida había que vivirla, ¿sabes? Quiero decir, que no debemos preocuparnos por nada más que por seguir caminando con la persona indicada, pero que realmente nadie sabe si la persona con la que camina es aquella persona especial. Yo le he sacado mi propio sentido a la vida y mi persona indicada será quién comparta mi pensamiento. La vida está ahí. Es como un sólo y único camino que debemos seguir durante un tiempo todos hasta que de pronto, de ese camino empiezan a salir ramificaciones y cada uno debe tomar el camino que crea conveniente. Yo tomo mis caminos y decisiones guiándome por el corazón y pienso que si he llegado hasta aquí contigo, será porque eres importante de una manera u otra en mi vida.
Se quedó ahí mirando la Luna que era tan hermosa como ella.
-¿Puedo serte sincero? Nunca he tomado ningún camino en mi vida sintiendo que tenía que tomarlo, lo meditaba una y otra vez hasta que lo tomaba. Has sido la única cosa improvisada en mi vida. Y estoy empezando a pensar que las cosas que vienen sin pensarlo son las más acertadas.
Y allí nos quedamos los dos, mirando un largo camino que recorreríamos juntos.

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Dulce locura.

Dulce locura.