Pensó que sería mejor alejarse para no sentir, que esto del amor era como un vínculo físico, que si se alejaba lo suficiente, se rompería. Que si lo dejaba pasar y no le decía que le quería, no podría hacerle daño como todos los demás.
Que si no se tiraba a la piscina, no tenía riesgo de que estuviese vacía.
Lo cierto es que lo suyo nunca fue pensar. Para eso estaba él, que la complementaba, la llenaba, la envolvía en su propia esencia. Y por supuesto, no la iba a dejar ahora, volvería a pensar por los dos una vez más, le explicaría que esto del amor puede salir bien.
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